Sufrir un accidente en aviación es muy diferente a sufrirlo con un coche. Dado que es algo que no solemos hacer diariamente y en la mayoría de ocasiones con una aeronave que no es nuestra, entran en juego sentimientos de culpa y, queramos o no, nos afecta a nivel de autoconfianza.
Las preguntas que surgen son siempre las mismas: ¿Qué podría haber hecho para que no hubiera pasado? ¿Y si hubiera pedido aterrizar por la pista contraria? ¿Ha sido culpa mía? ¿En qué porcentaje?
Y lo cierto es que aunque encontremos todas las respuestas, el disgusto queda, y aunque por suerte en mi caso no hay secuelas físicas, el ver un avión que han puesto bajo tu mando destrozado en medio de la pista es una imagen que nadie quiere ver.
Creo que la mejor terapia o exorcismo para pasar página después de un accidente es precisamente lo que estoy haciendo yo, compartir la experiencia para que quizás, y sólo quizás, alguien que lo lea pueda hacer o dejar de hacer algo que evite un accidente o incidente. Eso y seguir volando.
Era un día perfecto
El pasado Domingo 15 de Octubre era un día perfecto para volar. Buena temperatura, sol radiante, viento en calma… una Bücker Jungmann me esperaba para realizar uno de los vuelos de demostración durante el PAC Obert.
Tras la inspección de rutina, ponemos en marcha. Ese día todo va bien, todos los aviones arrancan a la primera, ¡incluso las Bücker! Con el avión en marcha, el calentamiento realizado y el checklist prevuelo pasado, contacto con torre para rodar a punto de espera (la prueba de motor se hace con calzos puestos dado que los frenos de la Bücker no son ninguna maravilla).
Al quitar calzos, dar potencia, y dar timón derecho, el pedal queda atascado una décima se segundo en la posición de máxima deflexión a la derecha. “Qué raro, pero bueno, no pasa nada”.
Cuando te acostumbras a volar aviones clásicos, sabes que todo no puede estar perfecto, y haces un cálculo mental de probabilidades de que eso pueda suponer un problema de seguridad: “El único momento que voy a meter todo el pedal a la derecha es en tierra y a poca velocidad, así que tampoco es grave”. Error.
El invitado inesperado: el viento
Despego sin problemas y el vuelo es una delicia, con cinco pasadas bajas con únicamente un par de tráficos entre ellas. Apenas 10 minutos de vuelo y estoy autorizado a base muy corta (abeam cabecera) a la 13 con viento en cola que acaba de comenzar a soplar.
En ese momento no le doy importancia: a la Bücker le sobra mucha pista incluso con un pequeño componente de viento en cola, aunque ese viento iba a jugar un papel fundamental en lo que iba a pasar.
Tras una aproximación en media luna estoy sobre la cabecera, en el centro, a 110 kph y apenas 1 metro de altura. Todo perfecto.
La toma es extremadamente suave, de tres puntos. El avión está controlado y sigo en el eje central de pista, tres ruedas en el suelo y palanca toda atrás. Estoy apenas a 30 metros de la salida rápida y ya estoy procediendo a dar ligeramente pedal derecho para salir de pista.
Y entonces…
Y entonces pasa. De repente, noto que los pedales se vuelven mucho más ligeros, y el pie derecho se hunde hasta el fondo, deflectando timón y patín de cola totalmente a la derecha. Piso fuerte el pedal izquierdo, pero… si, lo habéis adivinado, el pedal derecho, totalmente deflectado, se había bloqueado.
Lo que pasa a continuación transcurre en apenas 2 segundos. El avión, a unos 30 kph, gira bruscamente a la derecha, mete plano izquierdo al suelo y el tren, que para eso está diseñado, cede totalmente como fusible para evitar males mayores.
Tras esos dos segundos estoy en el centro de pista con el avión apuntando casi en dirección contraria a la del aterrizaje, con el tren cedido y las dos alas rotas. Y yo, con una cara que supongo que mezclaba la estupefacción con la más profunda tristeza por haber roto una joya como una Bücker Jungmann.
Lo importante
¿Qué había pasado? En ese momento sólo podía pensar en el pedal bloqueado. Me quedo mirando los pedales, el cable, el timón, pero no puedo encontrar nada que lo haya provocado. De momento es un misterio.
Pero ese es únicamente el 50% de la ecuación. ¿Qué había hecho que yo metiera todo el pedal a la derecha?
Tras consultarlo con la almohada, y descartando que se hubieran soltado los cables del timón (dado que los revisé después del accidente), creo que sólo queda una explicación lógica: a baja velocidad de rodaje, una racha de viento en cola había levantado el patín de cola del suelo, haciendo que la presión que estaba haciendo sobre los pedales fuera excesiva para esa nueva situación y que se deflectara totalmente el timón.
Ojo, es una explicación lógica en base a las sensaciones que tuve en cabina.
La lección
Los cálculos mentales de análisis de riesgos son muy traicioneros, y ese bloqueo del pedal justo al comenzar a rodar debería haber hecho que cancelara el vuelo.
Luego lo estuve pensando: ¿Qué hubiera pasado si me hubiera visto obligado a meter todo el pie en vuelo?
Y entonces me di cuenta de que no era la primera vez, y que en otro avión también había menospreciado un pequeño problema (un obstáculo en el movimiento de la palanca debido a un arnés que se da en situaciones muy concretas) y que, con las condiciones apropiadas, podría haber supuesto un accidente o como mínimo un mal trago.
Resumen: en aviación no existen las medias tintas: o es seguro o no es seguro, y si detectamos un problema, por pequeño que sea, y tenemos que tomar una decisión que afecte a la seguridad en vuelo, SIEMPRE hay que ponerse en el peor caso, por poco probable que nos pueda parecer en ese momento.
Porque los “Worst Case Scenarios” también existen.
Daniel Ventura González Alonso
@_danielvga_
Fotos de Xavier Carlús