Hay aviones hechos para viajar, y otros hechos para volar acrobacia. Viajar con un avión diseñado para ser inestable no es lo más cómodo, pero sí que es una experiencia interesante.
Después de más de un año pasando una extensa revisión conocida como el ‘Lifetime Extension Program’, que otorga 600 horas o 6 años adicionales a la célula, el Sukhoi 29 HA-YAS estaba listo para volver a casa después de su periplo húngaro.
Así, el propietario de la aeronave, Carles Martí, y yo mismo, nos pusimos a buscar fechas para ir a buscarlo y traerlo a casa. En principio no debería ser ningún problema: el mes de Junio no era especialmente lluvioso, y el avión combina una velocidad de crucero de 250 Km/h con una autonomía de más de 4 horas.
Sin embargo, estamos hablando de un Sukhoi, un avión que si bien es una roca a la hora de volar acrobacia (hierro ruso), tiene sus peculiaridades que pueden complicar un viaje aparentemente sencillo.
Para comenzar, se trata de un avión con un perfil simétrico que vuela recto y nivelado hacia los 350 Km/h, así que cuando vuela con potencia de ferry, lo hace con el morro marcadamente arriba. Si a eso le sumamos que la visibilidad hacia adelante desde la posición del piloto al mando, situado en el asiento trasero, es casi nula, comenzamos a ver que el avión no está hecho para viajar.
Sumamos a esta incomodidad el hecho de que la cabina es pequeña (con un minúsculo portaequipajes tras la cabeza del piloto al mando), y que no hay mucho margen para moverse y acomodar el trasero (y cuando lo hacemos el avión se mueve en todas direcciones, ya que recordemos que es inherentemente inestable). Por suerte hay un soporte para GPS y he improvisado un ‘brazógrafo’ para llevar el smartphone con el Air Navigation Pro cargado.Pero lo que más puede complicarte el día es el sistema de arranque.
El Vendeneyev M-14PF es un motor radial de 9 cilindros que entrega 400HP a una hélice tripala enorme y pesada (cada pala pesa 20 Kg), y para arrancarlo se necesita una bombona de aire comprimido que empuja los cilindros mientras un excitador da chispa e inicia el arranque.
La bombona da para unos 7-8 intentos antes de que se descargue, tras los cuales se necesita una botella de buceo con un adaptador para recargarla… botella que no podíamos llevar con nosotros por falta de espacio. Así que si había problemas en el arranque durante nuestra escala, podíamos quedarnos tirados. Por suerte, el avión carga la botella en cuanto se pone en vuelo, así que si no había escapes en el sistema, no habría problema. ¿Verdad?
El viaje
La odisea comienza en Barcelona, intentando coger, pobres de nosotros, un vuelo a Viena, aeropuerto más cercano al campo de vuelo en el que se encuentra el Sukhoi. Y digo pobres de nosotros porque era Junio. Y era con Vueling. Tres horas después de la hora prevista de salida, finalmente conseguimos salir, ya con la certeza de que no podríamos aprovechar lo que quedaba del día para hacer la prueba en vuelo.
En Viena nos recoge un empleado del taller, un húngaro de unos 60 años que no hablaba nada de inglés, así que entre gestos y alguna palabra suelta en alemán, nos hacemos entender y vamos hacia Györ (pronunciado «yer»), una ciudad tranquila que es el paradigma de la Hungría moderna, mezclando un núcleo a
ntiguo que nos retrotrae a la Hungría imperial con urbanizaciones feas de solemnidad herencia de la época soviética. De hecho, hablando con el propietario del taller, esa dicotomía está presente en la vida de los Húngaros: nacionalistas, reivindicando su pasado glorioso, pero que también miran con añoranza a los años de dominación soviética, en los que todo el mundo trabajaba y la vida era más sencilla. Y es que en Hungría durante la era soviética, se vivía razonablemente bien… ahora entre la corrupción y la invasión brutal y despiadada de multinacionales que se han hecho con el control de la industria del país, la sensación que domina es la de frustración y falta de visión de futuro.
Tras una noche en un hotel que nos transportó, cual máquina del tiempo, a los años 70, en habitaciones de fumadores con moqueta y llave con llavero de madera maciza con campo gravitatorio propio, a la mañana siguiente fuimos al campo de aviación: Györszentiván-Böny.
Un gran hangar, algunos módulos, unos cuantos Antonov 2 y Yak-18T esperando a algún propietario que les dé cariño, y una pista de hierba de 750m orientada 13-31. Un pequeño aeródromo privado en medio de ninguna parte dedicado al mantenimiento de Sukhois, Antonovs, Yaks… y Cessnas.
El avión está prácticamente listo, y todo parece estar en su sitio. El trato es familiar y exquisito. Bebida y comida y una sala a nuestra disposición para hacer el routing. Toca decidir qué dejar en tierra: la bombona de aire, imposible, pero el adaptador sí para poder utilizarlo en Sabadell ya que hay otras bombonas allí.
Las fundas del avión también se quedan, así como la mayoría de las herramientas.
Ya son las 11 de la mañana, hay que ponerse las pilas si queremos llegar ese mismo día a Sabadell. Hay más de 6 horas de vuelo siguiendo la ruta que hemos diseñado y que nos llevará por Eslovenia, Norte de Italia hasta Génova y costeando hasta Albenga, donde haremos escala para repostar tanto el avión como la tripulación. De ahí, costa sur francesa hasta la frontera y desde allí «por la trocha» a Sabadell.
Hemos oído historias de terror tanto por el Norte de Italia como por la costa Sur francesa. A ver qué nos encontramos.
Llevamos un Garmin 296, un Ipad con Sky Daemon, un Samsung S7 con Air Navigation Pro, y una brújula que no para de dar vueltas dependiendo de las revoluciones del motor. Y por si acaso, todas las frecuencias en un papelito, que nunca se sabe.
Parece que está todo listo: ponemos las bolsas de ropa apretadas aprovechando hasta el último centímetro cuadrado del portaequipajes, y hacemos plan de vuelo por teléfono: próxima parada: Albenga, con un ETE de 3 horas 15 minutos y una autonomía de 4 horas y 20 minutos (260 litros, 60 en el tanque principal y 100 en cada ala).
Son cerca de mediodía, el sol aprieta, y se hace tarde. Arriba.
Segunda parte: http://aeroclub.es/2016/08/de-hungria-a-sabadell-en-sukhoi-2a-parte/