Todo empezó con los cursos de seguridad promovidos por el club…
Como todos, he pasado esos días en que, una vez en el aire, renegamos de nuestras decisiones, de la mala suerte, o de ambas a la vez.…
Así que decidí atacar esos fantasmas que volaban conmigo, y me enrolé en un curso Vuelo de Montaña. Tras la teórica sobre como navegar por los valles, cruzar cadenas de montañas, reconocer la meteo, etc, llegó la fase práctica.
Para las prácticas, el alumno elige el tipo de aeronave: Avión, ULM, o “velero”… ¿Velero?
Todos mis miedos resumidos en uno: Volar entre montañas, cerca de las nubes… ¡y sin motor!
De la mano de Sergi, nos lanzamos a explorar los Pirineos con la única fuerza del viento en la ladera, y de las térmicas en la montaña: Simplemente indescriptible.
Hay que experimentarlo.
Con el entusiasmo de mi primer vuelo Pirenaico, empecé a soñar un poco en esto de la vela. Mientras lo voy madurando, me invitan a probar un despegue con torno, donde te catapultan a 300m sobre la pista… ¡adrenalina pura! ¡Más rápido que un F1!
Decidido. ¡Volaré a vela!
Llamo a Sergi de nuevo y le planteo un intensivo para la última semana de Julio. Perfecto. Me puede encajar entre los intensivos de Jesús, de Domingo, y de Juan, (y yo que me creía original…).
Una idea genial para una semana de vacaciones, y como no, una experiencia fantástica.
Si mi transición de los ultraligeros a los aviones no fue traumática, os puedo asegurar que el Vuelo a Vela fue mucho más exigente. Soy de los que cree que debería ser el primer paso en la aviación.
El vuelo
El primer desafío es la ascensión detrás de la remolcadora. La teoría es fácil, te fijas un punto en la cúpula y no dejas que ésta se mueva respecto al velero. Y es ahí cuando se produce el primer sentimiento de inutilidad, cuando descubres que seguirla no es obvio, sobre todo porque no puede ser a base de palanca, si no de pies, y tenemos una gran falta de costumbre!
La coordinación
El vuelo en sí, no es tan distinto. Cierto que los virajes en las térmicas son de 45º para arriba, pero no representan gran complejidad. Sí es importante el efecto de la guiñada inversa. El velero no perdona la descoordinación. Al entrar en el viraje, primero pie, luego palanca, y se sale al revés. Si no, la sorpresa está garantizada.
El aterrizaje
Y llega la recogida. Los pilotos de motor solemos recoger alto (el tren del velero está a menos de 10 cm del asiento). Además, al hacer poco patín de cola, tendemos a forzar la pérdida con el morro arriba, y los veleros tienen el tren principal literalmente debajo del piloto, por lo que hay que aterrizar más plano.
En general, es raro el piloto de motor que no tiene una suelta en unas pocas sesiones, y a partir de aquí es cuando empieza el vuelo de verdad: Como mantenerse en el aire primero, y como llegar más alto y más lejos después…