«Mañana a las 8:30 en el aeródromo para ir todos juntos hacia la Llagonne» era el mensaje que nos dejaba el Sergi en el grupo de WhatsApp del Centro de Vuelo a Vela de la Cerdanya la noche antes de este día de torno y hermandad.
A las 9 y poco de la mañana nos personábamos sobre los 1.700 metros del aeródromo de La Llagonne (LFNQ) varios miembros, amigos y familiares de la sección de vuelo a vela del club. Allí sus miembros nos esperaban con alegría. Las expectativas no eran muy buenas, el día estaba mojado, todo nublado, con una niebla mucho más baja de lo que cualquier lanzamiento con torno se pudiera considerar dentro de las reglas visuales de vuelo. Como siempre, el optimismo del Sergi estaba presente; nos decía que después de comer se abriría, y así fue.
Una vez todos juntos, presentados y puestos al día, nos dirigimos a la sala grande del club donde nos hicieron un pequeño «briefing» sobre la gris meteo del día. También nos explicaron la configuración y funcionamiento de su pista. Seguidamente fuimos todos a visitar los hangares donde duermen sus impolutas máquinas; un par de Janus, un par de Grob 103, un par de Pegase, un Taurus, un Libelle, un ASW 15 como el nuestro, otros que me olvido, una rallye, una PA-18 de remolcadores, y como no, su camión donde estaba cargado el torno que habíamos ido a probar.
Nos sorprendió realmente lo bien cuidadas que tienen sus instalaciones y su material. Llegamos a la conclusión de que esto era fruto de una cultura de club de siempre, con una disciplina casi marcial de probada eficiencia de la que se tiene que tomar ejemplo.
Para optimizar en todos los sentidos, decidimos sacar los veleros fuera, dejarlos listos y poner el torno en posición. Eran ya las 12 y acordamos un punto medio entre horarios franco-españoles para sentarse en la mesa para comer. Empezamos a preparar las viandas y las brasas, mientras intercambiábamos conocimientos y batallitas aeronáuticas. Carne a la brasa, ensalada de arroz, pan con tomate, Coca-Cola y nada de alcohol. Todo esto nos llenó la barriga, pero la sobremesa no se alargó porque el cielo se estaba abriendo y ya se podía salir, así que todos a «mover bichos».
Sacamos los biplazas, dos Janus y los dos Grob 103, ya que volaríamos todos con instructor. Una vez los dos primeros estaban en la cabecera de la pista 14 preparados para salir, un viejo Mercedes Benz de aquellos indestructibles llevó las dos cuerdas que permitían al torno lanzar de manera continuada.
Primero salió un Grob 103 con «Isi»; conectada la cuerda al paracaídas de recuperación, nos cuentan que tienen dos «enganches» con fusibles, uno con un punto rojo para monoplazas, otro con un punto negro para biplazas, sencillo pero importante. Todos nos pusimos detrás del velero y previa comunicación por radio, se tensa la cuerda y el velero sale disparado. Primero coge unos metros de altura para estar en una actitud segura en caso de rotura de cuerda para luego encabritarse el casi verticalmente como si de una cometa se tratara. Teníamos una fuerte componente de viento cruzado en altura por lo que el velero subía corrigiendo la deriva.
Seguidamente me tocó a mí, el mismo procedimiento, en este caso con el Janus. La salida me dejó pegado al asiento, como si saliera de una catapulta. Un ascenso rapidísimo y los instructores unos auténticos maestros. Estuvimos volando ladera justo en la pequeña sierra que tienen pegada al norte, muy fácil y útil para aprender.
Poco a poco fueron despegando todos sin novedad, y al aterrizar y guardar los veleros se dijo adiós a un gran día de domingo de hermandad aeronáutica.
De la experiencia del torno sacamos que es una gran herramienta de entrenamiento, pero hay que trabajar en equipo.
Una de las peculiaridades de este sistema es la necesidad de tener un terreno favorable para el vuelo a vela cerca del campo. En el caso de la Cerdanya, por su privilegiada situación en medio de uno de los valles más anchos de Europa, no permite una operación segura con torno, ya que siendo optimistas el torno podría situar a los veleros a 1.700 m MSL sobre la pista, una altura insuficiente para ir a buscar cualquier ascendencia en las montañas más cercanas.
Hemos de agradecer la buena acogida de los amigos del club de vuelo de La Llagonne y dar las gracias al Sergi Pujol por haber coordinado este día.
Texto: Victor Pizà